lunes, 30 de marzo de 2009

Llueve, todo el cielo...

Y sí. Afuera llueve y aquí dentro se está bastante calentito. Es de las últimas cortinas de agua de la temporada, esperemos la siguiente no haya sequía. Siempre esperando, el Proyecto Río Cachi existe desde que tengo memoria y su promesa es sólo eso para muchos. En el campo, la gran mayoría cultiva en terrenos de secano, otra cosa no se puede. Y la falta de lluvias jode enormemente.
En la ciudad, se va el agüita que, de una u otra forma, se llevaba parte de la contaminación que desde hace unos años nos tiene podridos. Sin embargo, nada es completamente malo, ¿no?, por lo menos tantos conductores hijos de puta no mojarán alevemente a los inocentes transeúntes, aunque, claro, la culpa no es solo de ellos, sino también, y mucho, de los administradores de la ciudad, que se enorgullecen de poner a nuestra disposición un alucinante paisaje lunar, de cráteres lleno. Cráteres que se llenan de agua de lluvia, despertando los instintos mierdosos de algún conductor, que acelera y deja a un poco prevenido viandante mojado, histérico y gesticulando con el puño en alto, qanra, supaypahuahua, tevoárreventarelculo.
En fin, llueve y es algo de disfrutar, sobre todo cerca a un balcón, oyendo la lluvia caer a borbotones sobre el asendereado concreto de la calle y tomándose una taza de algo caliente, con una mano ocupada por una enorme chapla con queso, palta y tomate. Subir después a la azotea, respirar el aire recién lavado, sentir cómo el cielo va desnudándose de nubes para dar paso a la luna. Disfrutar del friecito de la noche y decirse a uno mismo que sería bacán que no sea esta la última, que se alargue un poquito más la temporada de lluvias, porque eso de esperar hasta octubre...

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