Hace muchos años, en la lejana época en la que salía de la infancia, aún Huamanga era una ciudad algo dormida. La carretera hacia la costa era una terrible trocha que significaba un larguísimo viaje para llegar a la costa y aún a otros lugares. Así, a Huamanga no llegaban, por ejemplo, muchas frutas de afuera, como ahora. A lo más manzanas, plátanos, naranjas, piñas y papayas, las que sumadas a las frutas de aquicito nomás, como pacaes, guindas, capulíes, tunas, lúcumas, chirimoyas, etc., conformaban nuestro esmirriado paisaje frutal.
Y en esa escasez, recuerdo con mucho cariño el marañón. Fruto entre rojo y amarillo, parecido a un pimiento, que lucía una excrecencia en un extremo, parecido a un riñoncito, era una verdadera delicia si es que no abusabas de él. Su jugo dulzón y a la vez algo cítrico podía generar una sensación de resequedad en la boca, castigo astringente para el que se empujaba más de dos marañones.
Hoy, que el VRAE se ha llenado de cultivos de café, cacao y coca, pareciera que esta fruta ha desaparecido. Hoy, la oferta frutal en Huamanga ha aumentado exponencialmente, en cualquier carretilla o mercado se encuentra variedad que frutas que es un placer. Pero yo, sigo extrañando al marañón...
La foto la saqué de aquí.
sábado, 4 de febrero de 2012
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